ENTREVISTA PUBLICADA EN “LA VOZ DEL INTERIOR”.

Abr 11, 2018

   El mercado del trigo desde el 2006 está afectado por una política adversa en su comercialización que terminó perjudicando a los dos extremos de la cadena, recibiendo el productor un valor muy por debajo del que podía percibir e incrementando en forma desmedida el precio del pan en la góndola.
   Esta decisión política terminó quitándole el mayor incentivo al productor, generando una disminución muy importante en el área de siembra pasando de 6 millones de hectáreas para la campaña 2007/08 a las 3,1 millones de hectáreas de la última campaña, la más baja en los últimos 100 años.
   En nuestro país nunca faltó el pan ni va a faltar porque el volumen de trigo necesario para abastecer el mercado doméstico está perfectamente cubierto por zonas o áreas que son cautivas de este cereal debido a sus condiciones agroecológicas como en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde el agricultor no tiene otra alternativa de producción, dadas las condiciones de adaptación que tiene este cultivo en distintas variedades.
   No solo es importante en esas zonas, sino que en otras se mantienen pequeñas áreas de producción, respondiendo a una práctica sustentable de conservación, que el productor responsablemente incorpora en su rotación.
   En este período el Estado afectó la demanda a través de una intervención distorsiva, producto de asignar cupos, limitando los ROEs, y aplicando derechos de exportación. Todo esto permitió que la industria molinera pudiera contar con un cupo más que suficiente para la elaboración de harina (entre 6,5/7,5 millones de toneladas de trigo por año para consumo interno, es decir y entre 500.000 y 600.000 toneladas mensuales). Por lo tanto, quedó como único comprador del mercado, sin generar una puja competitiva por el precio del mismo. Así entonces, la exportación solo compra mercadería en los momentos en que tiene un cupo de embarque, independientemente de los stocks que pudiera disponer. En tanto, el Estado ya tiene percibido los derechos de exportación en forma anticipada.
   El cooperativismo agropecuario es víctima de este sistema como un operador más del mercado.
   Si se trata de abastecer con pan a precio acorde a los salarios de los argentinos, el camino es otro, porque este sistema está lejos de alcanzar el objetivo deseado, ya que la única forma de garantizar la mesa de los argentinos es incentivando a lograr un mayor volumen de producción.
   Como ya lo han expresado algunos empresarios panaderos "el costo del pan y sus incrementos nada tienen que ver con el precio del trigo cuando las paritarias, los costos de bienes, alquileres de locales y los servicios de las panaderías suben entre un 20 y 30 % año a año".
   Desde CONINAGRO siempre se sostuvo – y lo hemos demostrado- que la incidencia del trigo en el costo del pan ronda tan solo los 8 o 9 %, por lo tanto poco puede ser su incidencia en el precio del producto final.
   La apertura total de las exportaciones y la eliminación de las restricciones resultaría el camino para afectar lo menos posible al mercado, y permitirían devolverle transparencia.
   Con este escenario, Coninagro insiste, una vez más, en reclamar un diálogo sincero para poder buscar una solución consensuada entre todos los eslabones de la cadena, para que tanto el productor como el consumidor, no sigan siendoo los dos perjudicados por esta situación.
   
   
   Ing. Agr. Carlos A. Garetto
   Presidente de CONINAGRO