Más allá que el verdadero impacto se dará en la inflación – difícil de simular a pesar de los esfuerzos del gobierno- las explicaciones, actitudes y fundamentos de quienes nos gobiernan constituyeron, obviamente, una nueva excusa para golpear al sector agropecuario.
El embate lo inicia el Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, lo continuó el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, pero rápidamente fue la Presidente de la Nación, Cristina Fernández, la que levantó las banderas e intentó una explicación técnica que vuelve a demostrar el desconocimiento sobre una producción con pocos secretos para el que quiere entender.
“El precio de la carne aumentó porque ha llovido mucho y entonces se mantiene toda la hacienda en el campo para alimentarla y engordarla más, así van a ganar más dinero”, sostuvo Cristina Fernández al apuntar contra los ganaderos, a quienes directamente calificó de “especuladores” porque – según su versión- engordan la hacienda para tener más ganancia.
El precio de la carne aumenta porque se ha convertido en un bien escaso como nunca antes, agravado por una sostenida demanda interna. Poco tienen que ver las lluvias o el supuesto afán especulativo de los productores. De hecho, si hubiera abundancia de hacienda, los productores se hubieran volcado masivamente al mercado para aprovechar los buenos precios. Las entradas de Liniers son ejemplo que eso no sucedió.
El gobierno no reconoce que es el único responsable de los aumentos de los precios debido a la política ganadera que implementa.
La Presidente, y también sus ministros, limitados a repetir argumentos, parecieran desconocer las estadísticas. Hoy nadie puede negar, por tratarse de un número palmario e innegable, que muchos ganaderos han desaparecido, que gran cantidad de productores se han visto obligados a malvender sus vientres como consecuencia de la falta de medidas que aseguraran, aún mínimamente, la sustentabilidad y la rentabilidad del negocio.
En definitiva, se han olvidado de la ganadería. Las soluciones no son complejas, pero exigen decisión y conocimiento. Hay que devolverle incentivos y expectativas a la producción ganadera. Pero hay que saber que este no es un proceso inmediato y que exige varios años de esfuerzo. Creemos que la ecuación es muy simple: solamente recuperando la producción, será posible abastecer el mercado interno y los mercados internacionales. Solamente así podremos ofrecer más carne en el mostrador y más divisas para los argentinos.
Si con la misma rapidez que critican a los productores, los funcionarios hubieran dado respuesta a las advertencias de los ganaderos acerca de la liquidación de vientres y escasez de hacienda, hoy Argentina tendría 57 millones de cabezas como supo registrar alguna vez, y no estaría apenas arañando los 50 millones reales de ganado en existencia.
Hay datos que no mienten:
• La faena de hacienda aumentó casi 10%. En 2009 superó las 16 millones de cabezas de hacienda vacuna contra 14,88 millones faenadas en 2008
• En 2002, cuando llegaron los K a la Casa Rosada, se faenaban 11,5 millones de cabezas.
• La clave del problema reside en que esta mayor faena involucró una gran cantidad de hembras y de ninguna manera se fomentó su reposición. En definitiva "se mató la fábrica de carne".
• Se esperan entre 2/3 millones de terneros menos para el 2010.
• Durante los últimos 3 años, el precio del ganado rondó entre $ 2,2 y $ 3,00 (u$s 0,60/0,70), muy lejos de los valores equivalentes a u$s 1/1,2 que recibían los ganaderos de países vecinos.
• A pesar de todo ello, los costos dependientes del gobierno continuaron aumentando. Los DTA – impuesto para el tránsito de hacienda que se le paga al SENASA- aumentaron 20% el año pasado y 300% este mismo mes.